jueves, mayo 05, 2011

UN MIÉRCOLES CUALQUIERA

Me despierto al contacto de unos labios en el lóbulo derecho de mi oreja. Unos labios que besan, lamen, succionan… y me despiertan; especialmente el deseo. Mi cerebro sigue casi dormido, pero mi cuerpo es un ninja en alerta máxima. Cuando, ya saciada, miro el reloj, veo que son las seis y media de la mañana. Mi amigo X’ se va a la ducha y yo, en perfecta diagonal sobre mi cama, sigo durmiendo, respirando su olor de hombre en mis sábanas. Un segundo después el móvil vibra sobre mi mesilla y me despierta; son casi las nueve. El macizo de Y’ acaba de salir de su turno de veinticuatro horas. Trae croissants recién horneados de San Onofre, que al precio que tienen igual podría haber traído ostras para desayunar. Se lo apunta para la próxima vez. Salgo de la cama, desnuda, para abrirle la puerta y darle el primer apretón. Mientras prepara el café, vuelvo a las sábanas. No las cambio, sé que huelen a X’, pero el pobre Y’ tiene el olfato en el culo. Una mierda de olfato, vamos. Pero tiene otras virtudes, ya imaginarás, virtudes pero que muuuy valoradas. Desayunamos en la cama, mojamos los croissants, las sábanas, mi cuerpo entero, y el suyo; cinco orgasmos te dejan para el arrastre. Nos quedamos dormidos. Me levanto en silencio y le dejo dormir un rato más, mientras me doy una ducha, termino una documentación que tengo que enviar y cotorreo un poco en el facebook. Son casi las dos de la tarde y me tengo que ir, tengo una reunión con mi jefe y unos clientes, en un restaurante pijísimo del centro de la ciudad. Espabilo a Y’, que aún remolonea en la cama.

Salgo volando, saltando, planeando a ras de tierra, y consigo llegar sólo diez minutos tarde a la cita. Un asco de comida, aburridísima: negocios, negocios, pijerío, y más negocios. Trato de disimular y me pongo a observar alrededor. Dos mesas más allá hay un tipo que no encaja. Un extraño en pijilandia. No lleva traje, ni corbata; tiene el pelo largo, los ojos azules y una mirada insolente. Me levanto para ir al baño, y al volver, le dejo mi tarjeta, con mi móvil personal anotado al dorso y una sola palabra: llámame. Sus compañeros de mesa me miran, siento sus ojos clavados en mi culo, que aprovecho para lucir a cada taconeo. No vuelvo a mirar aquella mesa. Seguimos con la negociación. A los postres, cerramos el acuerdo. Ya me puedo marchar. En ese momento me suena el móvil. El extraño en pijilandia, ahora Z’, me propone un café un par de calles más arriba. Acepto. El café se convierte en una tarde entera otra vez en mi cama. Me felicito por el paseo por el restaurante: el tipo merece la pena. Tiene la piel suave de un bebé, hábiles manos, una boca de medalla de oro, conversación, y una capacidad para follar de chaval de veinte. Un hallazgo. A las ocho de la tarde ya me arrastro de cansancio. Acabo de disfrutar del octavo orgasmo y me tengo que marchar otra vez. Z’ me acompaña hasta la calle. Quedamos para un par de días después.

Es miércoles y hay sesión de micro relatos en Los Diablos Azules. El tamaño sí que importa. Nos ha jodido si importa. El tamaño y el rendimiento. Ambos. El escritor invitado es un tipo simpático, con buena prosa y sentido del humor. Nos reímos a carcajada limpia. Luego, en el turno de escritura instantánea, Miguel vuelve con sus cuentos de terror-humorístico. Me duele el estómago de tanta risa. Salgo a fumar un cigarrillo. A la puta calle, claro está. Allí me encuentro con una poetisa, A’, que se ha despistado y se siente incómoda entre tanto cuentista. Es preciosa, una piel que derrite, los ojos como esmeraldas, y unas manos que me trasmiten ganas de desnudarme allí mismo, volverme de papel. Deseo que esas manos me escriban en la piel poemas y versos, caricias y mordiscos. Escapamos juntas por aceras húmedas como mi coño y el suyo. A’ es una amante suave, mimosa, altamente comprometida con su objetivo de transmitir sensaciones. ¡Vaya si las transmite! Cada milímetro de su piel me infecta con su deseo. Hablamos, follamos, escribimos a cuatro manos, volvemos a follar y, de madrugada, nos quedamos dormidas sobre mis sábanas.

Entre sueños, oliendo esa mezcla afrodisíaca de sudor y semen que este miércoles han dejado impregnado en mi cama, me prometo a mi misma repetir al día siguiente. Eso sí, cambiaré las sábanas, que tampoco hay que ser guarra.

***

¿Cuela?

8 comentarios:

  1. No se si colará o no, pero me has dado una envidiaaaaaa...... Un beso muy fuerte, rubia de oro!

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  2. ¡¡ Hummm !!, creo que no cuela. Mas de diéz orgasmos diarios provocan una flojera que te hace olvidarte del sexo en quince dias.

    Saludos.

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  3. Eva, ¿a que da envidia?

    Rodericus: ¿como que diez orgasmos son muchos? !!!Pero si es solo el aperitivo!!!

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  4. Amanda, mi ultima amante me manda a freír esparragos a partír del cuarto.

    Un besazo

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  5. !Ay! !Me das una lástima! Habla con tu amante, o... busca otra, que cuatro no son nada.

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  6. buenos días.
    Menuda colección que te han dejado, entre pasión cariño y libido en unos elementos tan sencillos como estos...
    gracias y un afectuoso saludo.
    Héctor.

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  7. I love you to much!!! So much!!!
    Azu

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  8. Pues destila credibilidad, querida... a mí no me engañas, que ya estoy maleadita en ésto de ser un poco...falsarius writer. Un verdadero placer leerte, para los sentidos y el intelecto.

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