Coincidimos en la barra, Bombay
Saphire con tónica y una rodajita de piel de limón, sólo la piel, dijimos a la
vez. Y la piel del limón sirvió de nexo para apurar copas, besos, taxis, deseo,
mordiscos, lametones y ascensores. Ante la puerta de mi apartamento, con las
llaves en la mano, él trazó autopistas de saliva en mis hombros desnudos, con
suavidad de nieve retiró las tiras de mi camiseta y liberó mis pechos,
entonces, con brusquedad, me mordió los pezones mientras yo gemía sin recato y
me derramaba en el descansillo. Luego, ya en mi casa, sus labios devorándome,
sus manos como ventosas recorriendo mi piel, desnudándonos. Le quité los
vaqueros con los dientes. Me quitó la falda con un solo dedo. Siguió explorando
a ciegas. Mi tanga, antes de salir volando, rozó su mejilla con violencia.
Solo la piel, me dijo entre
susurros. Y sólo habló la piel. La noche entera.
Ni siquiera sé su nombre, pero la
imagen de su cara, con el anagrama de Belcor estampado en rojo sobre sus
mejillas, aún me hace estremecer.
Eficiente y bien llevado, como siempre. Un beso, preciosa.
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