Te llevaré al altar, le dijo él
cuando apenas tenían cinco años. Ambos lo olvidaron.
Cuando la mujer de Mario se
aficionó al macramé, el olor del yute destapó viejos recuerdos en Mario. En las
noches de abulia infinita recordaba esos juegos infantiles que le ponían la
carne tensa y las neuronas al borde del colapso, cuando jugaban a la comba en
las calles del barrio. Entonces supo reconocer lo que siempre había estado
buscando.
Laura abandonó la inocencia al
primer parto. La ilusión y las ganas de vivir al segundo. Pasado el cuarto,
había olvidado sonreír. A veces, cuando tendía la ropa, el roce de la cuerda en
sus manos curtidas le producía un aleteo en el corazón, y recordaba a Mario.
Ahora, ella vibra entre sus manos mientras las perlas del
vestido can cayendo lentamente, al roce de la cuerda.
Qué buen relato y qué bien elegido "la abulia infinita"
ResponderEliminarHola! qué tal? Acabo de descubrir tu blog, le he estado echando un vistazo y me ha gustado mucho, volveré a visitarlo más a menudo, te mando un abrazote!
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