lunes, agosto 01, 2011

PROMESAS DE OROPEL

Una promesa es una promesa, eso me lo grabó mi madre a fuego en la memoria. Por eso aún estoy confuso y me siento culpable. Yo soy un tipo de campo, de botas y pantalones multibolsillos. De navaja y barba de tres días.

Después del más terrible ridículo de mi vida, con solo ocho años y un calvario de sesenta pasos hasta el altar vestido de almirante, juré que nunca jamás volvería a ponerme un traje. Jamás.

Pero Loli es insistente, dominante y terca. Me hizo prometerle que por una sola vez en la vida me vestiría para ella. Como si de una penitencia se tratase, me coloqué el pantalón planchadito y con raya, los zapatos que me sujetaban los pies como cepos de tortura, la camisa almidonada que me raspaba en el pecho, y me dispuse a cerrar el nudo de mi particular horca; entonces la corbata me mordió. Lo interpreté como una señal y rompí mi juramento.

Loli aún me debe estar esperando en el altar.

2 comentarios:

  1. Vete tú a saber, a lo mejor Loli terminó con la corbata él y él con los tacones ella.

    En cuanto a quien follaba a quién, lo dejo a vuestra imaginación.

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  2. Si los juramentos son como en matemáticas que iguales de signo opuesto se anulan, ahora esta en tablas.
    De todos modos que ganas de juramentarse sobre temas tan superficiales.

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