Entre palabras susurradas y música de jazz, las burbujas de cava escapan de las copas y se estrellan sobre las lenguas ávidas. Trémulas bocas se acercan a la mesa y van tomando las tartaletas de frutas, los caprichos de chocolate negro, las torres de merengue, los corazones de frambuesa… ofrecidos cual pagana eucaristía.
Bocas que comparten y estremecen,
sabores y salivas que se mezclan. Alguien lame, despacio, un pétalo de rosa confitado, un pezón tiembla contagiando deseo en otra piel, ávidas lenguas
relamen chocolate fundido, y las bocas, convulsas, van liquidando lentamente las delicias que preñaban la bandeja sagrada.
Al punto, la chica de piel de nácar, la mesa, se levanta satisfecha y se incorpora a la fiesta.
Lo has etiquetado como relato, pero es real, que yo estuve allí. Y me lo pasé muy bien.
ResponderEliminarFue una experiencia a repetir.
Un beso, guapa
Javier