viernes, junio 17, 2011

VIENTOS CATABÁTICOS

¡Una enemiga más! Llevo una racha en que no soporto tonterías, y claro, pasa lo que tiene que pasar: ¡es la guerra!

Había quedado en ir a tomar unos mojitos a casa de un tipo al que tenía ganas hace tiempo. No sé porqué imaginé que estaríamos solos. Supongo que él no se acababa de creer que mis intenciones fuesen tan carnales, nunca le había dado motivos para pensar otra cosa, y después de la primera cerveza me comentó, así, de pasada, que iban a venir unos amigos. Yo me había prometido una noche loca de sexo a dos, pero la noche tomaba otro cariz.

Primero apareció una pareja, aunque saltaba a la vista que no eran pareja; se notaba la tensión sexual entre ellos. Bien, pensé, estos dos parece que buscan una excusa para liarse. Luego llegó una morena de esas que buscan marido a pico y pala. Me dio mal rollito desde el primer momento. Al rato apareció una pelirroja. La pelirroja me gustó. Es de esas mujeres inteligentes, rápidas, decididas y sin miedo. Congeniamos enseguida. Cuando llegaron los dos últimos chicos, comenzó la fiesta. Se palpaba en el aire, sin palabras, que todos queríamos divertirnos. Se levantó un viento fresco, catabático, y allí, tumbados en las chaises longues de la terraza, al fresco de la noche, tiramos de mantita. Estuve lenta de reflejos, esa es la verdad. Para cuando me quise dar cuenta, la morena se había apropiado del único hombre que me interesaba. El anfitrión lucía sobre sus hombros una cabellera morena a un lado y otra pelirroja al otro. Yo hacía bromas y me dejaba conquistar por los otros dos chicos, con los ojos puestos en el anfitrión. En un cruce de miradas, la pelirroja entendió el juego. Me cambió el sitio y la cosa comenzó a caldearse. La morena seguía aferrada, con cara de niñita buena, un poco mustia y aparentemente adormilada, al costado derecho del anfitrión. Enseguida me dí cuenta de que era una pose, le sobrábamos todos.

Comenzamos a jugar a los streptease, con música, con otra mantita haciendo de telón. Una vez te quitabas la ropa, la dejabas donde había caído y volvías bajo la manta. Piel con piel, manos que recorren, pies que caminan otras piernas; la pelirroja, entre los dos chicos, rozaba mi pie con el suyo y me sobrecogía. El anfitrión, con su mano izquierda (no quiero ni pensar donde tendría la derecha, perdida entre los pliegues de la morena adormilada bajo la manta) me recorría. Me sobraba la morena, hubiese querido destruirla y convertirla en humo aunque, mira por dónde, minutos después se puso malísima. Terriblemente enferma, según sus palabras. La muy zorra consiguió que la fiesta se fuese al guano y acabó por echarnos a todos a la calle. Quedándose con el anfitrión, claro.

El resto decidimos seguir la fiesta en otro sitio, pero al llegar al portal, la pelirroja propuso una idea magnífica. Volvimos a subir, y le dijimos al anfitrión que mientras él cuidaba a la morena, nos prestase el salón.

Fue una noche divertida. Llena de risas, confianza, sexo, morbo y una camaradería a prueba de bombas. Lo mejor de todo fue que el anfitrión se unió a la fiesta poco después mientras la morena, suponíamos, rabiaba. Cuando nos marchamos, al amanecer, la pelirroja y yo pasamos a saludar a la pobre “enfermita” que aún esperaba las atenciones del anfitrión. ¡Jaja! Debió pasar la noche esperando.

4 comentarios:

  1. ¡¡ Pobre mujér !!. No le habeis dejado la mas minima oportunidád de meterle mano a su adonis.

    Saludos.

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  2. !Jaja Yo tambien me buscaría enemigas así, no aguanto a esas memas. Me encantan tus historias. Y los culos.
    Besos
    J.

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  3. Al final y despues de todo veo que lo pasaste muy bien.

    Me alegro de pasear entre tus historias.

    Besos.

    Lunna.

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  4. Te he leído con mucho interés, bebiéndome la historia. Muy bien contado, en el tiempo exacto. Me dan ganas de pedirte los nombres, para completar del todo el cotilleo (es que estoy mala-mala).

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